Nuestras vidas son como una flor
muy bella y viva. Cada pétalo tiene un lugar dentro del tallo, y hay entre
ellos unos más cerca que otros del centro. Los pétalos que se encuentran más
cerca al centro, son los que están más vivos y colorido, y de los que están en
las orillas, son los que van muriendo en color y belleza.
La flor nace con el objetivo de
embellecer la naturaleza, pero la flor está compuesta por muchos pétalos, que
nacen en el mismo tallo, pero de forma individual. Entonces, es misión de cada
uno, permanecer firme para que se pueda ver una flor bella y viva, y así cumpla
el objetivo.
Así somos los seres humanos, la
rosa es un buen ejemplo para entender nuestra vida. Dios es el centro de
nuestra vida, mientras más nos alejamos del centro, nuestra vida va perdiendo
su nombre, mientras más nos alejamos del centro más nos acercamos a la muerte,
y no de la muerte terrena y temporal, sino de la muerte eterna. El proyecto de
Dios en nuestras vidas es que seamos un pueblo justo, de amor y concordia
fraterna, de solidaridad, de caridad, pero cuando cada uno se interesa en ser
él mismo, no se verá como un pueblo, al igual que si un pétalo se separa del
tallo y de los demás pétalos. No se verá como una rosa viva y colorida, sino
como un pétalo que empieza a desvanecerse.
Si queremos ser bellos ante los
ojos de Dios, debemos de ser como el pétalo que quiere ser visto como flor. Que
nos quedemos pegados del tallo y tratemos de estar siempre en el centro, nunca
en las orillas. Somos pétalos que pertenecemos a la flor que se llama “plan de
Dios”, si nos apartamos de los demás pétalos, nos vamos a apartar del “plan de
Dios”. Si permanecemos siempre en la flor, vamos a ir ganando terreno en el
cielo, y seremos esa flor que resplandecerá donde dice en letras grandes “VENID
BENDITOS DE MI PADRE”
Busquemos pues, el lugar donde podamos ser fértiles, donde nuestros dones sean útiles, donde podamos escuchar la llamada profunda de Dios. Utilicemos el servicio a los demás como discernimiento, porque la llamada es muy fuerte, y sólo en los oídos de todos, en sus rostros podemos ver si ahí es que somos felices, si ahí es que nuestro corazón late más rápido. Callemos las voces del mundo que no nos dejan escuchar esa voz imperiosa que penetra en lo más profundo de nuestra conciencia la cual dice en voz lenta y amorosa “BUSCADME, BUSCADME BUSCADME”. Busquemos ser un pétalo vivo, bello y sano. Busquemos ser de Dios.
Héctor Jesús
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