El discípulo es aquel que decide seguir a su maestro
compartiendo sus ideales y su vida; el que toma sobre sí mismo la
responsabilidad de continuar transmitiendo la vida que recibió de Él. El que
sigue sus huellas recorriendo el mismo camino.
El evangelista Lucas tiene una página muy importante sobre la
pastoral vocacional de Jesús: “…Mientras iban caminando uno le dijo: “te
seguiré adondequiera que vayas”. Jesús le respondió: “Los zorros tienen
guaridas y las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre no tiene donde
reclinar su cabeza”.
A otro dijo: “sígueme”. Este le contestó: “déjame ir primero
a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “deja que los muertos
entierren a sus muertos; ti vete a anunciar el Reino de Dios”.
También otro le dijo: “te seguiré, Señor; pero déjame antes
despedirme de los de mi casa”. Jesús entonces le contestó: “Nadie que pone la
mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el Reino de Dios”.
Seguir a Cristo no e cosa fácil ni obvia, nadie está obligado
a hacerlo: todo depende de una decisión personal, pues es muy radical lo que
Jesús pide.
Antes de seguir al Maestro, el discípulo debe estar
completamente libre de todo lo que podría atarlo a su pasado. El que quiere
seguir a Jesús debe antes hablar consigo mismo; debe tener en cuenta lo que
tiene que dejar y si quiere dejarlo todo para que el “sí” sea una respuesta
libre y responsable a su llamado.
P. Enrrique Sanchez G.
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