Es cierto que una respuesta, si quiere ser
responsable, no se da de la noche a la mañana, ni una decisión se toma en dos
por tres cuando se trata de consagrar toda la vida. Es por esto que para
responder a ese “Ven y sígueme” de Jesús hay que pasar por experiencia muy
diversas y muchas veces poco agradables. Hay ocasiones, por ejemplo, en las
cuales nos sentimos con un entusiasmo capaz de transformar el mundo, de
cambiarlo completamente; pero en otros momentos nos encontramos vacíos y sin
ganas de mover un dedo.
A
veces tenemos la impresión de estar en el cielo tomando el café con Dios Padre;
en cambio, otras veces parece que estamos en pleno desierto, donde nos sentimos
los hombres y las mujeres más solitarias del planeta.
Todo
esto hace surgir en nosotros preguntas, dudas y nuevas inquietudes, difíciles
de superar cuando nos confiamos a nuestras pobres fuerzas, a nuestra voluntad o
buenos deseos. Pero es en ese momento que podemos hacer más intensamente la
experiencia de la presencia de Aquel que nos está llamando, siempre y cuando
tengamos el valor de esperar contra toda esperanza.
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